14.1.06

Los libros que me domesticaron

Si el casual visitante se ha preguntado alguna vez por qué lee, será indulgente con mis razones y quizá, sólo quizá, compartamos alguna.

He aquí el ejercicio de una respuesta:
Advertencia: No hay en esta historia un antes de los libros y un después, siempre ha sido un después, antes no había nada, antes no había tiempo, el libro fue mi génesis. Por la ranura del alfabeto entré al mundo.
Con Esopo el lomo del libro fue lomo de animal, el cuervo y la rana hablaban mi lengua y me educaban. Con los Grimm las leyendas alemanas se apersonaban en mi habitación zacatecana. Viajé con Verne a territorios allende la Sierra Madre Occidental, al centro y a la periferia de los mundos. Y mis sentidos infantiles encontraron por vez primera la tristeza y la muerte en las páginas del Pinocchio de Collodi.

Moby Dick me regaló el mar mucho antes de que mis ojos leyeran la lengua morse de las olas. Mark Twain me empujó a huir de casa antes de conocer los cerrojos de las puertas. Mis primeras lecciones de equidad las aprendí del socialista Robin Hood y La Granja de Orwell me preparó para leer la triste locura que comunican los periódicos.

Conocí mis pueblos con las letras de Juan Rulfo y Agustín Yañez antes de escuchar las campanas de sus iglesias. Con López Velarde amé la patria, antes no había cielo ni suelo nupcial. El viejo libro de Manuel Acuña me trajo desamparo antes de construir casa y toqué piel antes de tener manos con los versos de Efrén Rebolledo.

El desierto de Saint-Exupery me custodia siempre, yo soy después de entender al zorro, yo soy después de ser domesticada. “Baobab” suena a misterio, a dialecto iniciático, a eclipse de ramificación verde ilimitada.

Viajé a Lisboa con Pessoa, a Brasil con Stefan Zweig, a Roma con Alberti, a Castilla con Machado, a la tierra de los caballos parlantes con Gulliver. Me hice nómada.

Libro oceánico de Neruda, lámpara clandestina, “el campesino arando con un libro” me sembró negros caracteres, soy mano que pasa la hoja, soy cabeza recostada en la almohada de la Iliada.

Soy también el recuerdo de mis lecturas, aprendí lingüística de Humpty Dumpty, entomología con Kafka, erotología con Ibn Hazm de Córdoba, criminología con Sherlock Holmes. La gramática me ordenó el mundo, la laberintología de Borges me lo desordenó.

Me multiplico con el libro. Soy Adriano, soy Hyperión, soy el lazarillo de Tormes, soy Rodión Raskolnikov, soy Orlando, soy un hidalgo de la Mancha.

El libro abierto es un corte, una herida; por ella gotean otros libros, otras lecturas. Jugué a seguir el hilo de los textos, jugué con Alicia en el espejo, jugué con el gran Boigen que acosó a Peer Gynt. De libro en libro hasta convertirme yo misma, por esta narración, en texto.

Texto transmutado en cuerpo, la lectura también me hizo amante. Me deleito con la piel caligrafiada, hay dedos en la punta de las palabras. Estas lecciones (de Barthes) no son letra muerta, soy testimonio, soy evidencia, soy praxis inaudita.

Conclusión: ¿Para qué leo? Porque el libro es herida y yo soy cicatriz.

Apéndice: Estoy prometida a los libros que me esperan y derrotada por los libros que no leeré.




8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

He disfrutado leyendo sobre su domesticación. Me ha empujado a reflexionar cuáles son los libros que me "formaron" -en sentido aristotélico-, ya le comunicaré el resultado de mi lista.

Un saludo afectuoso, V.

3:48 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

al navegar en el sitio he descubierto que necesito domesticarme, ser el Grenoui de Süskind e impregnarme del perfume de los libros....

1:46 a.m.  
Blogger Rodia said...

¿A qué huelen los libros? ¿Cuál de sus olores te vence? ¿los que huelen todavía a imprenta? ¿a celulosa vieja? ¿a piel? ¿tabaco? ¿quizá los que llevan la impronta de lectores anteriores? ¿los que huelen a regalo? ¿a mazapán? ¿a insomnio? ¿los que huelen a sangre? ¿a encierro? ¿a conquista?

12:41 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

huelen a pasión, a ternura o rencor y odio; huelen al valor y a la aventura que me faltan día a día.

Huelen a la madera de una puerta, para salir de ésta realidad....

3:33 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿a envidia por lo no escrito?

10:14 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿a envidia contra lo no escrito?

10:15 a.m.  
Blogger Rodia said...

A envidia, sí. (Benjamín Morquecho, mi profesor de filosofía griega, decía cuando los alumnos preguntábamos sobre la extensión mínima de los ensayos que pedía, "sólo basta con una frase, si es buena". Nunca pude presentarle esa frase, cien oraciones mediocres paliaban mi pendejismo.)

3:03 a.m.  
Blogger Levnikom said...

Vaya otra vez, con el juego de palabras... vengo a tomar la idea de caminar por la senda de un pasado alfabético que, ordenado o no, ha ido (de)formando mi visión de la realidad.

Esta entrada tuya parece una provocación!

2:47 a.m.  

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