26.11.06

Andalucía en Jalisco

Andalucía y Jalisco, unidas a través de la literatura en la vigésima edición de la Feria Internacional del Libro, son regiones hermanadas desde hace siglos por la historia. Jalisco fue territorio novohispano y Andalucía fue la puerta de América. Desde el principio su relación estuvo hecha de palabras, tejida en el tráfico de documentos que entraban en la lonja de mercaderes, hoy Archivo General de Indias, donde quedaba registrada la comunicación y el comercio con las colonias. La antigua Nueva Galicia (Jalisco y Zacatecas) tiene gran parte de su historia depositada en las estanterías del Archivo, ubicado en el corazón de Sevilla.

Reflexionar sobre lo que ambos territorios comparten promete sugestivos descubrimientos. Andalucía lleva por escudo al mítico Hércules entre dos columnas sujetando a dos leones, son estos mismos leones los que ostenta el escudo de Jalisco, marcado desde sus orígenes por la presencia andaluza.

Ambas regiones han impuesto sus símbolos sobre una realidad nacional variopinta, resumen los tópicos de sus respectivos países y exportan su imagen al exterior, son postales elaboradas por las guías turísticas. Por un lado el cante y baile flamenco, por el otro el mariachi y el jarabe. Allá las corridas de toros, acá los jaripeos y las charreadas. Pero los jaliscienses y los andaluces no habitan un decorado, algo que distingue a Sevilla y a Guadalajara es que han sobrevivido a la estereotipización, permanecen fieles a sí mismas más allá de los clichés, los parques temáticos y las fórmulas de los folletos.

Andalucía y Jalisco comparten la afición por la denominación de origen, celosos de su vid y de su agave han proyectado a latitudes astronómicas el Xerez y el Tequila. Curiosamente también se arrogan el sello de calidad sus mujeres, son famosos los ojos tapatíos y las bellezas andaluzas de piel tostada y negra cabellera. Del otro lado del mar imperan los naranjos y los olivos, de este lado los encinos y las pitayas. Ambos lados pueden presumir de ser tierras soleadas y extrovertidas. Comparten la devoción a la virgen -Guadalupana o Macarena-, el gusto por la fiesta y las tabernas, y cumplen, después de todo, con el trámite del pintoresquismo para la complacencia del turista.

La amalgama entre estos territorios se extiende hasta la esencia del jarabe tapatío, su raíz árabe “sharab” tan dulce como las fresas de Huelva repica todavía en el zapateado gitano. El jarabe de tan misteriosa genealogía como el flamenco, lleva igual que éste la huella del mestizaje de toda música tradicional. Árabe es también Guadalajara, que se une en su prefijo “Guad” al milenario río Guadalquivir, el único río navegable de España.

Andalucía concibió a Picasso y a Velázquez, Jalisco a Orozco y a María Izquierdo, y cada una dio al mundo a su propio Murillo, uno sevillano y pintor barroco del siglo XVII y el otro polémico tapatío apodado “Dr. Atl”. De Sevilla es Pastora Pavón “La niña de los Peines” considerada la mejor cantaora de todos los tiempos, de Guadalajara es Ma. de la Luz Flores “Lucha Reyes”, la mejor intérprete de la canción vernácula mexicana. Andalucía y Jalisco han sido inusualmente prolíficas en escritores; andaluces eran Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, Luis Cernuda y Antonio Machado, Rafael Alberti y María Zambrano; jaliscienses eran Juan Rulfo y Agustín Yáñez, Mariano Azuela y Juan José Arreola, Elías Nandino y Enrique González Martínez.

Si Italo Calvino lleva razón con aquello de “todos los lugares comunican con todos los lugares instantáneamente” en los próximos días podremos acercar el gótico de la Catedral sevillana al templo Expiatorio tapatío, las heladas de la sierra granadina alimentarán el frío clima de Zapotlán y la romería de la virgen del Rocío en Almonte peregrinará por las calles de San Juan de los Lagos. Si Andalucía y Jalisco se acoplan las comparsas y el carnaval de Cádiz resonarán en Sayula, los mantones de manila se anudarán con el bordado fino de los Altos y los sarapes de Teocaltiche, la cerámica de Triana encarnará en Tonalá y la ciudad de Úbeda brotará en Tepatitlán de Morelos. Si Sevilla y Guadalajara se funden en un abecedario de tradiciones la Feria Internacional del Libro podrá convertirse en un hondo abrazo entre dos culturas que se reconocen consanguíneas.