26.11.06

Los exiliados

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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, consolidada ya como el escenario más importante del mundo editorial en español, dedicará su vigésima edición a Andalucía. La singularidad de su programa, que rinde homenaje a Francisco Ayala (1906) y a Adolfo Sánchez Vázquez (1915) es un hecho que le imprime un semblante histórico además de literario. Ambos pensadores encarnan un episodio de la historia de España escrito en tierras americanas: el exilio republicano.
Ayala y Sánchez Vázquez son el reclamo vivo de la memoria, sobrevivientes del desarraigo cada uno ha construido su vida y su obra desde la escisión, la nostalgia. Sin apenas cruzarse, el itinerario vital de estos andaluces coincide en sus rasgos más íntimos. Desde el sur llegaron al Madrid de Ortega y Gasset, de Zubiri y de Alberti. Ayala convivió con Lorca y Unamuno, Sánchez Vázquez con Miguel Hernández y Neruda, los nombres de una época. Ambos, uno granadino y el otro algecireño, sufrieron pérdidas a manos del ejército nacional, a Ayala le fueron arrebatados su padre y su hermano, a Sánchez Vázquez su tío. Uno y otro sirvieron a los ideales republicanos desde trincheras distintas, un joven Ayala como funcionario y un adolescente Sánchez Vázquez como militante del partido comunista (ambos fueron también soldados). En 1939, tras la Guerra Civil, emigran hacia Francia y posteriormente a su exilio definitivo en América. La travesía transatlántica de Francisco Ayala finaliza en Argentina y el barco Sinaia deja a Sánchez Vázquez en las costas veracruzanas. Los dos pensadores retoñan en el vínculo solidario de los países hispanos.
Mientras en la España franquista el silencio se cernía armado de censura, las tierras adoptivas de los refugiados se beneficiaron del contingente de mentes lúcidas y críticas que llegaron del mar. Ayala devino en uno de los narradores más importantes del siglo XX y Sánchez Vázquez se convirtió, tras años de docencia concienzuda, en un referente ineludible de la filosofía política contemporánea.
Los dos han penetrado en las entrañas de su circunstancia histórica meditando sobre el exilio, la libertad y la democracia, temas recurrentes en su obra ensayística. Los dos, Ayala en la práctica de la ficción literaria y Sánchez Vázquez en la teoría estética, han vislumbrado en el arte una función liberadora y dinámica, capaz de actuar sobre el mundo. Fieles a su estirpe cervantina, ambos encontraron en el Quijote esta invitación al cambio, bajo una lectura en clave de utopía según Sánchez Vázquez o persiguiendo su sublime locura de acuerdo a Ayala.
Los une también su vocación humanista, por un lado Sánchez Vázquez ha revalorizado el contenido humanista del marxismo para construir un proyecto de socialismo donde los valores humanos se anteponen a cualquier prioridad doctrinaria; por otro lado, Ayala ha apostado por un proceso de humanización de la cultura y la educación. Sus propuestas se centran en la necesidad de una comprensión crítica de la sociedad y de una conciencia de la realidad histórica a través del análisis de sus procesos políticos y económicos, sus expresiones artísticas y morales. Esto los ha distinguido como intelectuales antidogmáticos e independientes, ambos arremeten contra totalitarismos y nacionalismos, contra el uso del poder en perjuicio del otro.
Bajo esta estela Ayala y Sánchez Vázquez son ideólogos de la esperanza, ejercen el optimismo humilde de quien se mantiene en la creencia, ante la desorientación y alienación del hombre, de que es posible emanciparnos.
Los une, por último, la responsabilidad y el compromiso que determina su actividad intelectual; son ejemplo de congruencia, de una vida dedicada a la enseñanza. Estas afinidades no son fortuitas, representan las inquietudes del espíritu de su tiempo, un tiempo difícil. Ayala personifica a la Generación del 27 (la de Lorca, Cernuda, Aleixandre y Alberti), Sánchez Vázquez a la Generación del 36 (con Ferrater Mora, María Zambrano y Julián Marías entre otros), constelaciones de autores universales.
Radicalmente andaluces y radicalmente americanos, estos dos autores imprimen al homenaje de la presente Feria Internacional del Libro un cariz diferente (ausente en las ediciones 2000 y 2004, con España y Cataluña como invitadas), donde la aciaga experiencia del exilio impele al afortunado maridaje entre América y Europa
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