14.12.06

Antología para un triste

Leo, cuando el cuerpo lo permite, la Antología del cuento triste (compilada por A. Monterroso y B. Jacobs). A veces el cuerpo no accede, se resiste y me duele, la conocida reacción psicosomática. Por disciplina me obligo a terminar cada cuento, pero en ocasiones he tenido que interrumpir la lectura, respirar y pedir tregua. Cuando el malestar disminuye vuelvo otra vez sobre las páginas, en un esfuerzo por llegar al final. En estos cuentos, sin embargo, el final es lo que menos interesa, ¿quién siente curiosidad por llegar al límite tristísimo?

En mi personal antología inscribiría, para empezar, dos textitos donde la palabra se hace soledad, transustanciación punzante: “La casa de Asterión” (de Borges) y “El Centauro” (de Saramago). Ambos son cuentos tristes, ambos tienen como protagonistas a dos seres mitológicos, seres prisioneros. Asterión vive preso en su casa que es del tamaño del mundo, el Centauro vaga preso del temor a los hombres. Existencias antiguas, centenarias, escindidas. Poesías amenazadas por el hombre. Tristes son también los sueños que Dostoievski le da a su Ivan Karamazov, empapados de desesperanza; tristes son sus “Noches Blancas”. He llorado, por qué no decirlo, por el griego Ayax y por Gregorio Samsa.

Dime, visitante, qué cuentos te han dejado insomne y taciturno.

8 Comments:

Blogger Levnikom said...

Como mínima aportación, sólo una pequeña estancia en el palacio de tristeza que diseñas aquí en trazos finos, añado algunos de los relatos que me han llevado a los paisajes más coloridos (porque lo triste no tiene porqué ser gris) de la imaginación apesadumbrada... cómo no empezar por algún que otro cuento de Wilde, como por ejemplo El ruiseñor y la rosa, o El príncipe feliz. Coincido con uno de tus autores, Dostoievski, pero en otro ámbito -que en realidad es el mismo; la fatalidad de la consciencia de ser humano-, donde un príncipe idiota hace las veces de bufón por ser honesto en una sociedad de perros hipócritas. Quizá nombrar también a Vian y su Espuma de los días, porque ir muriéndose de una flor es también triste si las flores duelen.
Seguiría con el valiente viejo de Hemingway que se enfrenta a su propia soledad a la vez que a tanta agua, o con la posible tristeza de no poder sentir tristeza del Extranjero.
Y como nota musical, con el sexto estudio de Chopin, que aprieta los límites de lo posible ahogándolo en una marea de notas.

Lo difícil de ser consciente de las cosas es serlo y a la ver poder felicitarse.

12:51 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Nadia querida, tu texto, pese al tema, es extrañamente regocijante, acaso por ser la evidencia de que hay una secreta comunión con "los otros", esos involuntarios cómplices de lecturas y estados de ánimo taciturnos. Recuerdo una pequeña antología titulada "Los más bellos cuentos rusos", que leí en la infancia y que por alguna razón recuerdo como un libro triste. Felicidades por tu blog y tu escritura. No nos dejes sin ella. Kutzi.

9:01 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Como olvidar, en estos días, las historias donde los personajes luchan por algo que nunca alcanzan, aquellas historias donde el final, pese a todo y quizá por eso mismo, no son felices. De niña leí algunos cuentos de Andersen, la Sirenita me impactó diluida en el mar, su vida no fue más que espuma salada que flotaba (Detesto la versión de Disney), o el Gollete de la Botella, mensajero entre dos amantes, cuyo mensaje se quedó con él, nadie lo comprendió, y carecía de voz para comunicarlo cuando llegó ante el destinatario... Me encanta leerte... Verónica.

5:00 a.m.  
Blogger Rodia said...

No dejes de visitarme, Verónica de Andersen, yo lo agradezco infinito.

5:31 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Hoy, mencionaría los cuentos en los que los personajes pueden pero ya no quieren (si es que alguna vez quisieron algo). Me refiero a personajes que tienen (en apariencia, al menos para un lector sudamericano) todas las posibilidades de una vida feliz, pero se dejan vivir, se dejan morir. A pesar de algún descuido narrativo, pienso en los cuentos de "Primavera de luto" de Juan José Millás. Tristísimos. Tampoco puedo leerlos de corrido sin algo de disciplina.
Magnífico tu blog.

6:44 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias por el comentario, Alejandro, y por aumentar la antología.

8:44 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿...Kawabata...sama?

12:13 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Conocedor anónimo, si me indicas cuál texto de Kawabata te ha acibarado las entrañas... buscaré la manera de dolerme contigo.

8:11 p.m.  

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