16.1.07

Pacífico: cigarros


Diez miligramos de alquitrán en cada cigarrillo ovalado, enfardados en una cajetilla blanda y blanca. Hay una pintura, más bien mala, custodiada por dos hipocampos armados con tridentes; la pintura muestra un mar arisco, de oleaje espumoso limitado por un peñón. Cinco albatros se mecen en el cielo. Los cigarros Pacífico están, como los caballitos de mar, amenazados. No escapa a los consumidores el hecho de que desaparecen calladamente de las tiendas; de la British American Tobacco Mexico sólo siguen dando pelea los Alas, hace tiempo que no veo Gratos ni Bohemios, y de vez en cuando, si hay suerte, encuentras Pacífico.

Son cigarrillos de sabor suave -quizá por el azúcar moreno o por el polvo de cacao- y sin filtro. La pintura de su empaque me recuerda al Cabo de Hornos, salvo por los árboles. Me gusta pensar que se trata del Cabo, y que los cinco albatros que sobrevuelan el mar forman una comitiva fúnebre en honor al albatros errante de Neruda. Ese albatros muerto –Oh, capitán oscuro- en las arenas de Chile ya no está solo, tiene ahora el réquiem de cinco compañeros solidarios. Si se tratara del Cabo, si se tratara del fin del mundo, ese lugar donde se ayuntan el Pacífico y el Atlántico para crear un solo mar, los pitillos Pacífico sin filtro no llevarían solamente el nombre del Pacífico, llevarían ambos nombres. Pero, si se piensa mejor, en una relación de ese tipo está siempre el eromenós (el amado) y el erastés (el amante), y las olas impetuosas de la mala pintura parecen representar más a un amante que a un amado. Así, se entiende que los hayan bautizado "Pacífico", es el océano apasionado. O esto o, fumando, el ácido tartárico me nubló la cabeza.

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5.1.07

Mitología del año que acaba

Alfonso Reyes, considerado por J. L. Borges el mejor prosista en castellano de todos los tiempos, escribió en 1931 una breve mitología de personajes inverosímiles, una cuadrilla de sombras -como él la llama- con nombres propios a la que invocamos de tanto en tanto para aludir a historias personales. Extraigo esta frase de la justificación a tal mitología ofrecida por Reyes: “Al acabar el año, nos sobran, allá por los rincones del alma, algunas monedas”. Busco en los bolsillos y encuentro déficit. Es más sencillo poblarme de fantasmas, de nombres pasados, deberle a otro mi memoria. No hay intenciones este año, ni promesas, ni dejaré de fumar. Sólo seguiré intentando lo de siempre: llevar la vida.