19.7.06

Trampantojo


Uno de los muros del Rastro madrileño en el barrio de Lavapiés obsequia al ocioso observador este hermoso trampantojo: la ilusión de unos pisos residenciales, con balcones y puertas de madera, toldos y cielo azul pintados a detalle sobre un muro que da a un parque descuidado.

Este arte del engaño pictórico, que ya practicaba el griego Zeuxis engañando a los pájaros con uvas cuasi reales, juega con la idea que Ortega y Gasset expuso en Meditación del marco según la cual la obra de arte, como isla imaginaria, debía quedar aislada del contorno vital, de tal manera que no podamos transitar de la tierra que pisamos a la tierra pintada... más aún, para Ortega "la indecisión de confines entre lo artístico y lo real perturba nuestro goce estético".

Sin embargo, no encontré aquí nada que perturbara mi pequeño disfrute, el contexto (otros edificios residenciales) que rodeaba el mural enfatizaba su irrealidad, sin necesidad de un marco que hiciera la labor de frontera entre la existencia real y la virtual el mural se enfrenta violentamente a su idéntico "afuera" abandonado y sucio. Pero más violencia venía del "afuera" que consigue arañar, a través de sus chavales armados con botes de pintura en aerosol, el recinto imaginario del trampantojo. ¿Qué era finalmente lo legítimo? ¿los árboles, la pared, la pintura, el graffiti, mi estúpido estado de ánimo?
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3.7.06

Isla


Deseo como nunca que terminen las estériles navegaciones y detenerme en la isla Rimbaud. Me siento vacía, los examinadores me abren las carnes buscando no sé qué, escrutando al ave para conocer la suerte de un ignoto César. Debo prepararme para la última autopsia... ¿No tengo suficiente con el diario disparo de la pregunta "es hoy útil la filosofía"? Hay respuestas inteligentes y legitimadoras, pero siempre las olvido. Qué carajos.