15.11.10

Ánimas y Toshiro Mifune


El zapping a veces obsequia joyas inesperadas. Hace mucho tiempo tropecé con los últimos minutos de una cinta en blanco y negro cuya escena final se desarrollaba en lo que me pareció Monte Albán. La representación que ofrecía del mundo indígena no era muy afortunada, perpetuaba ciertos estereotipos desfavorables para esa entelequia denominada “el indio” (avidez de alcohol, gusto por la violencia y el rencor, las entrañas como razón última), pero el protagonista tenía ‘un algo.’ Ese rostro… carajo, ese rostro. Cuando terminé de ver “Ánimas Trujano: el hombre importante” (en la programación de megacable, sí) San Google me arrojó el nombre del protagonista a la cara: Toshiro Mifune. Las ropas me engañaron, la voz también, verosímil y extraño doblaje. Hay varias versiones sobre cómo el japonés Mifune consigue hablar en español, que si aprendió de memoria sus diálogos gracias a una cinta grabada y arrancaba de su garganta la misma fonética, que si Narciso Busquets le prestó su voz y el actor se limitó a mover los labios. Lo interesante, además de ver a Mifune ensombrerado, es asumir que en la miseria de Ánimas está encerrado el drama de una sociedad empobrecida. Ánimas convence.

¿Cómo pudo ocurrírsele a Ismael Rodríguez, el director de la cinta, incluir en el casting a Mifune? Mifune era ya, a inicios de los 60s (cuando filma bajo la batuta de Rodríguez), un actor consagrado del cine japonés, el favorito de Akira Kurosawa, que llevaba más de una década trabajando con él (Rashomon, Los siete samuráis y Trono de Sangre, nomás). ¿Por qué meterlo en el cuerpo de un indio zapoteca?
Cuando charlaba con J. Campos (quien hace muchos años nos acercó generosamente al cine de Kurosawa) sobre el impacto de ver a Mifune con gabán y traje bordado, me dijo que por momentos el actor no podía ocultar su fuerte “pasado samurái,” por lo que Ánimas, a veces, asumía posturas corporales más cercanas al guerrero antiguo que al indígena. Cierto, la música también tiene ciertos toques… y la fotografía, a cargo de Gabriel Figueroa (el mismo que fue premiado en Cannes y Locarno por María Candelaria, en Karlovy Vary por Río Escondido, el mismo que hizo Los Olvidados).


Ánimas: ¿Cómo se hace grande un hombre?
Compadre: Dando cosas buenas
Ánimas: Sí es bueno… Me costó mucho dinero.
Compadre: Usté quiere mercar respeto, y eso no se puede.
Ánimas: ¿Por qué no? Si ahora soy grande.
Compadres: ¿Usté? Siempre ha sido chaparro por dentro.

Etiquetas: