Barril y Barral
Hay días en los que me siento timada. Cuando pagas por un servicio triple play que te deja sin teléfono. Cuando Hacienda te receta un aumento impositivo. Cuando pides un café y te lo dan frío. Cuando pierdes una amistad porque dejas de hacer favores. Cuando llamas al fontanero por una fuga y termina sustituyendo toda la tubería de casa en el histérico lapso de dos semanas. Cuando insistir en ser freelance te deja en el desempleo. Cuando cumples años. Cuando esperas la nueva temporada de tu serie y repiten los capítulos ya vistos. Cuando ahorras y lo ahorrado se devalúa. Cuando abandonas el cochino vicio del cigarro y no hay estímulos visibles. Cuando obras bien y te va mal. Cuando junior lleva zapatos de 800 dólares. Cuando Elba Esther Gordillo sigue infectando la educación de los niños mexicanos. Cuando el salitre estropea otra vez el costoso resanado. Cuando tu banco tarda 21 días en hacerte efectivo un depósito. Cuando el sistema de recolección de basura une los desechos que separaste. Cuando ningún partido político es democrático. Cuando compras un libro que está plagado de erratas…
Hace un año escribí a Barril y Barral, una editorial española que se atrevió con Arthur Rimbaud, publicando en español la correspondencia del poeta. Con la vergüenza del pobre y el orgullo del lector, les dije que su libro “Arthur Rimbaud. Prometo ser bueno: cartas completas” estaba cargado de errores (el nombre del propio Arturito mal escrito en la página 16, omisiones de acentos, de letras, fallos en la puntuación, en el uso de mayúsculas y minúsculas, faltas gramaticales y un amargo etcétera), pero además, además, me había supuesto un gasto oneroso -en euros- para mi magro bolsillo mexicano. Barril y Barral me timó, dos veces. Pues tras advertirles que la edición provocaba lágrimas de gramatista, la editorial me respondió que la segunda edición corregida estaba ya preparándose y sin falta, si les proporcionaba mi dirección, me la harían llegar a casa. Crédula.