24.11.12

Tecuán


En el marco de las fiestas patronales en honor a San Francisco de Asís, el atrio de la iglesia  se transformó en el reino del tecuán (el que come o devora, en náhuatl), ese omnipresente tigre mesoamericano -el jaguar- que en la danza de los Tecuanes es perseguido y cazado por varios viejos asistidos por perros, para después ser banquete de zopilotes. Una danza festiva, donde no faltan los golpes del combate, el humor e incluso un funambulismo singular propiciado por los altos árboles en el atrio. Con música de tambor y flauta de carrizo, los danzantes interpretan el drama... ¡uy, que se come al venadito! (un minúsculo niño de unos tres-cuatro años que en cuclillas daba saltitos buscando esconderse); ¡ya hay un cazador herido, vienen a socorrerlo los médicos!; el tigre se contonea, se echa al suelo, da saltos de acróbata, vuelve al ataque… me divertí como una niña. Hubo, después de todo, fiesta, máscara y sacrificio.

14.11.12

Día mundial de la diabetes


La mayoría de los testimonios suelen ser de personas mayores, pocas veces se les da voz a los niños, víctimas también de esta condición crónica. Las dependencias sanitarias acostumbran pasar por alto la distinción entre diabetes tipo 1 y tipo 2, enarbolando una retórica que busca ser de prevención pero termina siendo de culpa: obesidad, sedentarismo, mala alimentación. K. no tuvo tiempo siquiera de llevar malos hábitos, como muchos otros niños y adolescentes, apenas si tuvo tiempo de nada, antes de los 2 años ya había “debutado”.

Me gusta visitar con ella el sitio YouTube, donde abundan vídeos que suben familias de niños valientes, filmados mientras explican su rutina de medición de glucosa, se preparan la inyección de insulina, se la colocan ellos mismos, narran sus pequeñas grandes vidas, su plan de comidas, sus  actividades, sus nombres…


K. se inyecta sola desde hace tiempo, a falta de pasteles y dulces, adora el pepino y la jícama. Su cumpleaños está cerca. Cada año su piñata va preñada de golosinas sin azúcar, que llueven igual que desde cualquier piñata rota. Sigue siendo, como siempre, ejemplo y modelo. Valgan estas líneas como reconocimiento a todos esos niños valerosos, estoicos, a las familias que los arropan, que los vigilan, que celebran sus vidas.  A los médicos, y a los científicos dedicados a desentrañar los misterios de las células beta.