22.7.07

Adiós Fontanarrosa

Poco sé de “El Negro”, el padre; conozco mejor al hijo, a Boogie. Era niña cuando entraba en mi casa la revista Proceso; a escondidas buscaba la última página, quizá porque sabía que leer a Boogie y ver tanto cráneo abierto no era una actividad recomendable para una niña. Me gustaba Boogie, no podía caerme mal, me gustaban sus frases lapidarias, su parquedad, su manera de hacer las cosas, me gustaba la desfachatez de sus prejuicios. Boogie llevaba invariablemente un cigarro en la boca, quizá por eso empecé a fumar sin apenas darme cuenta.

Echaremos de menos la ironía de Roberto Fontanarrosa o, mejor dicho, de Boogie “el Aceitoso”.