Antología para un triste
Leo, cuando el cuerpo lo permite, la Antología del cuento triste (compilada por A. Monterroso y B. Jacobs). A veces el cuerpo no accede, se resiste y me duele, la conocida reacción psicosomática. Por disciplina me obligo a terminar cada cuento, pero en ocasiones he tenido que interrumpir la lectura, respirar y pedir tregua. Cuando el malestar disminuye vuelvo otra vez sobre las páginas, en un esfuerzo por llegar al final. En estos cuentos, sin embargo, el final es lo que menos interesa, ¿quién siente curiosidad por llegar al límite tristísimo?
En mi personal antología inscribiría, para empezar, dos textitos donde la palabra se hace soledad, transustanciación punzante: “La casa de Asterión” (de Borges) y “El Centauro” (de Saramago). Ambos son cuentos tristes, ambos tienen como protagonistas a dos seres mitológicos, seres prisioneros. Asterión vive preso en su casa que es del tamaño del mundo, el Centauro vaga preso del temor a los hombres. Existencias antiguas, centenarias, escindidas. Poesías amenazadas por el hombre. Tristes son también los sueños que Dostoievski le da a su Ivan Karamazov, empapados de desesperanza; tristes son sus “Noches Blancas”. He llorado, por qué no decirlo, por el griego Ayax y por Gregorio Samsa.
Dime, visitante, qué cuentos te han dejado insomne y taciturno.